sábado, 9 de abril de 2011

EL TRASPLANTE DE ALMAS

Por Federico Bello Landrove
    
     De vez en cuando, hay que hacer crítica política, guste o no. Este cuento sale al paso del guirigay pseudo-feminista, montado en España para hacer creer que el aborto es  un derecho de la mujer. Como arranque literario –ya que de un relato de este apartado se trata-, el juego de palabras a que se presta con las Almas muertas de Gógol. Por lo demás, comparto el criterio de que no hay mejor forma de acercarse a las cuestiones serias que el humor: es el marchamo de la inteligencia.

     A los médicos y enfermeras de la clínica abortista La libertad femenina no les llegaba la camisa al cuerpo. Cada vez que practicaban una de sus operaciones, un pequeño penacho de humo blanco se desprendía del feto extraído y, buscando la rendija o abertura más próxima, por sutil que ella fuese, escapaba al aire libre, camino del cielo.
     Alarmados por este hecho y, muy en especial, por el posible escándalo, decidieron ante todo capturar algunos especímenes del huidizo vapor. No les fue difícil: unos simples matraces invertidos, estratégicamente colocados, capturaron el efluvio de los siguientes fetos muertos. Cerraron herméticamente los recipientes e iniciaron la pertinente investigación.
     Los análisis de las muestras resultaron casi increíbles. El blanco vapor resultó integrar un único cuerpo indivisible y sus componentes no coincidían con ninguna de las sustancias químicas descubiertas hasta entonces. Haciendo un esfuerzo económico no aprobado por todos, el director de la clínica solicitó y obtuvo la colaboración del eminente profesor Chíchikov, un ruso especializado en fenómenos científicos paranormales.
    El mentado sabio repitió los análisis, realizó numerosos experimentos físicos y psicológicos, y sometió las muestras a los más diversos cambios de presión y temperatura. Finalmente, concluyó:
-          Señores, su famoso vapor reúne todas las características con las que sacerdotes, filósofos y poetas definen el alma. Sé que les resultará increíble, pero no puedo llegar a otra tesis. Por tanto, se trata de un descubrimiento sensacional que, no obstante, yo no pienso arriesgarme a sostener ante la comunidad científica. Ustedes verán lo que hacen.
     Los directivos y socios capitalistas de La libertad femenina estuvieron unánimemente de acuerdo con mantener el descubrimiento en secreto. Hubo, en cambio, disparidad de opiniones acerca de qué hacer con los famosos penachos de humo blanco. Una parte de los asistentes era partidaria de dejar que los espíritus siguieran volando hacia las alturas. Otros, al contrario, opinaron que su confinamiento era lo más indicado. El director decidió:
-          No podemos correr el riesgo de que cualquiera pueda ver desde la calle el espectáculo de la humareda. ¿Y qué pasaría si el humito decide darse unas vueltas por el quirófano mientras la mamá vuelve en sí de la anestesia? Se impone la captura y encierro de esas supuestas almas. Eso sí, con absoluto secreto y sin que nada haga suponer su procedencia o su presunta naturaleza. Prepararemos a tal fin una habitación cerrada bajo tres llaves y nos referiremos a la cuestión con el nombre en clave de Operación Gógol.
-          ¿Operación qué?, preguntó a una la gran mayoría de los circunstantes.
-          Estos científicos son unos completos incultos-, comentó con su adlátere el director, que, a lo que se ve, era un hombre de estudios, aunque no le valiesen de mucho.

***
     Seis meses después, el número de matraces herméticamente cerrados alcanzaba la cifra de setecientos setenta y siete. La habitación de almacenamiento había tenido que ser ampliada con otras tres dependencias adyacentes y la Operación Gógol corría el riesgo de convertirse en un secreto a voces. El consejo directivo de la clínica se reunió en sesión urgente para tratar tan peliagudo tema. La reunión discurría por cauces de confusión y aguda discrepancia. Llegó a manejarse la opción de tener que clausurar la clínica y convertirla en una residencia de ancianos. Finalmente, el administrador de La Libertad dio con una solución que a todos satisfizo:
-          Señores, no se trata de cerrar el negocio, sino de diversificar la producción. A nosotros nos sobran almas, sencillamente, porque nos faltan cuerpos. ¿Y si ampliamos la clínica a técnicas de reproducción asistida, producción de bebés-medicina y clonación? He leído que tales actividades fracasan un número enorme de veces. ¿No será porque se cuidan los aspectos biológicos pero se prescinde del alma?
     Al director le pareció una interesantísima hipótesis, aunque no se le hubiera ocurrido a él. En cualquier caso, no era lógico ampliar el negocio sin previa y suficiente experimentación. Así que el asunto quedó sobre la mesa, mientras el equipo médico –ampliado con colegas del Instituto Maragato de Infertilidad- realizaba las pruebas necesarias.
     El resultado fue de un éxito sin precedentes. Tan pronto un óvulo fecundado, y no digamos una mórula de tres o cuatro días, se ponía a una distancia de varios metros del matraz entreabierto, el alma salía disparada a integrarse con las células y estas se multiplicaban con tal ritmo y regularidad, que parecían cantar un himno de gloria a la vida y a la Creación.
     Al éxito científico-espiritual sucedió la gratitud de los padres otrora frustrados y de los investigadores de líneas, más o menos legales o santas, de trabajo. Pero lo principal fue “la multiplicación de los ladrillos y de los euros”, como irreverentemente comentó el director del que, a partir de entonces, pasó a denominarse Instituto Europeo de Procesos Animados (IEPA). El Nobel parecía estar a la vuelta de la esquina.
***
     Una de las ventajas de las grandes ideas es que suelen tener casi infinitas aplicaciones. El director ya soñaba con pasar al trasplante de almas. ¿Qué ventajas no reportaría un alma de embrión en el cuerpo de un anciano? ¿Qué decir del poder del alma de un feto engendrado por padres inteligentes y vigorosos, incorporada al cuerpo de un deportista en declive o de un abogado del montón?
     El director podría ser un soñador, pero no carecía por ello de su ramalazo empírico o, cuando menos, de prudencia. Volvió a ponerse en contacto con el profesor Chíchikov y le dio carta blanca en todos los órdenes, para que investigara los efectos del trasplante anímico en animales no humanos. Los resultados, tras un año de trabajo, fueron desalentadores: ni la edad, ni el comportamiento de las ratas, perros y chimpancés experimentaban modificaciones reseñables al cambiar de espíritu. Por otra parte, estaban empezando a producirse airadas manifestaciones de protectores de animales ante la fachada del IEPA, pues había corrido el rumor de que estaban trabajando con animales de especies protegidas.
     Las conclusiones de Chíchikov fueron, literalmente, las siguientes: “1ª. La total falta de efectos del trasplante anímico de feto humano a animal adulto permite suponer que el alma es genuinamente intraespecífica. 2ª. Es muy probable que tal falta de efectos signifique que el alma no tiene relevancia en las funciones estrictamente fisiológicas, ni en la edad o anatomía de las personas. 3ª. En resumen, sugiero que el trasplante de alma en humanos tiene solamente efectos espirituales. 4ª. En todo caso, las conclusiones segunda y tercera habrán de constatarse, previa  experimentación suficiente en seres humanos”.
     El director echó cuentas. Cada palabra de tan imprecisas conclusiones había costado al IEPA la broma de diez mil dólares. Y ahora resultaba que había que iniciar la experimentación en humanos. Aquello rebasaba los términos de la economía del Instituto. Se imponía, pues, solicitar subvenciones estatales. Después de todo, estaban actuando en bien de la Humanidad… y en los ambientes del Ministerio de Sanidad empezaban a estar al cabo de la calle de lo se estaba ensayando en el Instituto.
***
     Lamento que lo que sigue sea tomado por mis amables lectores como un cuento, en el peor sentido de la palabra. Les aseguro que es rigurosamente cierto, como que la realidad supera con creces a la fantasía. La petición de ayuda económica del IEPA, acompañada de la correspondiente memoria científica, cayó en manos del grupo más progre de políticos del Gobierno y se quedaron de piedra. Con mayor o menor exageración, la conclusión de dicha memoria era la de que, o se generalizaban los trasplantes de almas, o el exceso de estas por causa de los abortos iba a convertir al país en el mundo de las almas en pena. “Fíjense –comentó el Gran Jefe-, no nos atreveríamos a salir por las noches y seríamos el hazmerreir del resto de Europa”.
     Como un solo hombre, los ministros y altos cargos políticos más comprometidos con el proabortismo se ofrecieron voluntarios, para aligerar las estanterías de almas sobrantes. Los especialistas del IEPA hicieron horas extras para realizar los trasplantes consiguientes. Las blancas almas de los nonatos fueron a parar a los curtidos cuerpos de los voluntarios, cuyos espíritus originales, más negros que la noche, se deslizaban espontáneamente hacia las calderas de la calefacción.
     En la sala de recuperación, los trasplantados no cabían en sí de gozo. No sólo habían rendido un servicio cívico y progresista, sino que se sentían puros y exultantes. La ministra N. comentó con una colega que reposaba en el diván contiguo:
-          Y ya ves, por si acaso existe la otra vida, tenemos pase para el cielo, y que nos quiten lo bailao.
-          Cierto, querida, y podemos trasplantarnos cuantas veces lo necesitemos. A fin de cuentas, nos sale gratis y contribuimos a la reducción de stocks.
-          Claro –terció un diputado cercano, entre risas- ¡Qué menos que trasplantarse después de cada campaña electoral!
     Al día siguiente, se celebraba pleno del Parlamento. La ministra de la cosa tenía que explicar la política de natalidad del Gobierno. Lo hizo con una sinceridad a la que no acostumbraba desde su más tierna infancia. Concluyó con estas palabras:
-          Así pues, señorías, quede claro que el aborto se mantendrá en tanto nos dé más votos de los que nos quita y tengamos para nuestro partido el apoyo económico de las clínicas especializadas, que se están forrando. No es cuestión de derechos ni de posturas científicas: es que nos viene de fábula, y más para desviar la atención de ciertas cosillas que, si yo les contara…
     Si hubiera sido por la Oposición y por sus correligionarios trasplantados como ella, la locuaz y ahora sincera ministra hubiera largado cuanto tenía dentro. Afortunadamente para ella, el presidente de la Cámara seguía teniendo su prístina alma de adulto y levantó la sesión incontinenti “hasta las cinco de la tarde de un día de estos”. Y es que la verdad nos hace libres pero también muy -pero que muy- vulnerables.

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