sábado, 15 de diciembre de 2018

LOS VISITANTES



Los Visitantes
Por Federico Bello Landrove

     Físicos y químicos suelen afirmar, con más esperanza que seguridad, que unas mismas leyes rigen materia y energía en todo el Universo (o Universos). Los biólogos opinan que lo mismo tiene que suceder con la vida, allí donde la haya. Según eso, ¿por qué no pensar que benevolencia y cariño puedan brotar entre terráqueos y extraterrestres? Ese es el punto de partida del presente relato que, más que de ciencia-ficción, me atrevo a valorar como de fantaciencia.



1.      Encuentros en Fase G

     No era habitual, ni mucho menos, ver al profesor Herrada en el parque Bertrand, a las once de la mañana de un día laborable. No obstante, hemos de perdonarle los novillos por un triple motivo, que expondremos con la precisión de sus elaboraciones teóricas: A) Porque, dos semanas antes, se había despedido de su plaza de investigador del CERN[1], presentando una carta de dimisión considerada inusual y elegante por la Directora General, la señora Gianotti[2]. B) Porque, a punto de coger un tren de vuelta a España, resulta lógico que quiera despedirse de sus amadas hayas purpúreas, con las que ha convivido muchos fines de semana, durante los tres años que ha vivido en Ginebra. C) Por último, porque, burlando las prohibiciones habituales, se ha acercado al estanque del jardín japonés, donde solapadamente está dando de comer a las carpas, costumbre casi compulsiva que arrastra desde su tierna infancia.
     Como es natural, las razones B y C no precisan de explicación adicional. En cuanto al motivo A, espero que el profesor no se ofenda ni abochorne por su divulgación. De todos modos, seré bastante ambiguo: Digamos que a punto cazar un par de gravitones en el Gran Colisionador de Hadrones[3], las escurridizas partículas se le habían escapado, tal vez rumbo al agujero negro más próximo. Sus colegas lo habían mirado con ceño acusador y su jefe inmediato -evitaré dar el nombre- le había dicho algo así como dos años de trabajo perdido, Monsieur Herrada. ¡Y ahora que los de LIGO están como tontos con sus ondas! [4]
     No fue necesario más. Herrada sentía en lo más hondo de sus átomos una culpabilidad objetiva por lo sucedido y, donde no llegara la contrición, alcanzaría su acusado sentido del ridículo. Así pues, pasó una noche de claro en claro, redactando y puliendo las diez líneas de su carta de renuncia a la Directora Gianotti y el medio folio dirigido al catedrático Galindo, anunciándole el propósito de reincorporarse a su plaza de adjunto de Química-Física en su Universidad de Valdovino, dando por concluido el periodo de excedencia especial en Suiza. Al día siguiente estaba tan nervioso, que a punto estuvo de mandar a Valdovino la carta antes de presentar su dimisión, cosa formalmente imperdonable, y más, sabiendo como se las gastaba con las normas de cortesía el profesor Galindo, llamado por eso -y por otras cosas- Lindo, simplemente Lindo.
     Sus compañeros del CERN, si es que podía llamarlos así, hablaron de prepararle una despedida, con comida en el Bistrot Dumas y obsequio de un reloj Rado con el anagrama del Consejo en la esfera[5]; pero él se excusó con sorna:
-          Lo siento, pero tengo que salir para mi pueblo a velocidad c [6], dijo.
     No fue, ni mucho menos, tan rápido. Le llevó un par de semanas preparar el equipaje y despedirse de las pocas personas y de los muchos lugares que habían sido amigos en aquel trienio. Por las tardes, escribía cartas al antiguo modo para sus próximos de Valdovino: No le iba el teléfono y prefería la caricia de la pluma al seco golpeteo de un teclado. Mandó bastantes misivas, anunciando su regreso, a modo de aterrizaje con red hecha de palabras. Hasta se acordó de Alicia, su medio novia de antes de partir para Suiza, ahora convertida en una simple colega de cátedra, con la que convenía estar a bien para evitar cualquier tensión entre compañeros. Finalmente -y aquí estamos- ha tocado despedirse de este parque de grandes árboles -el jardín de las secuoyas, al decir de nuestro físico- y, por supuesto, de las carpas variegadas, buenas conocedoras de su pan cotidiano, que agradecen con sus gráciles giros.
-          Por favor, señor…, susurra alguien a su espalda.
     Por un momento, el interpelado enrojece, temiendo la llamada de atención de una dama, celosa de las normas nutricias de los ciprínidos del parque. Se vuelve, justo para afrontar a una joven, espigada y morena, que completa la frase con una sonrisa:
-          ¿Es usted el profesor Ernesto Herrada, del CERN?
     Atónito, responde al correcto inglés de su interlocutora con un farfullo en la misma lengua:
-          Soy el profesor Herrada, pero ya no pertenezco al CERN.
     La chica pareció muy sorprendida, pero siguió la trayectoria sin desviaciones:
-          Soy Lucy Platt, investigadora del SLAC[7]. Estoy pasando unas vacaciones en Europa y quería aprovechar la oportunidad para saludarle.
     Ante esa presentación, Ernesto podría haberse hecho varias preguntas, relativas a pasar unas largas vacaciones en pleno curso, al acierto de tal encuentro en pleno parque o a la razón por la que era él el destinatario del saludo. Pero, más allá del científico escrutador de la realidad, el cambio de rumbo había dejado en nuestro profesor el gusto por la vida, de la que aquella bella moza era una espléndida encarnación. Así que sonrió, echó de una vez a los peces el pan que le quedaba y dijo a Lucy:
-          Vamos a sentarnos en un banco y me cuentas.
-          ¡Estupendo! -exclamó ella-; al pie de esas secuoyas, que me recuerdan a California.
     Aunque Ernesto no preguntaba, la señorita Platt comprendió que tenía que explicarse, aunque con brevedad:
-          Colaboro como posgraduada con Jo Hewett[8] y mi trabajo, en concreto, es el estudio de la energía negativa, en particular, la gravitatoria. Por eso me aconsejó Jo que, si venía por Ginebra, hiciera por conocerte, ya que eres uno de los mayores especialistas del CERN en gravitones.
     Herrada torció el gesto y replicó con vaguedad:
-          No debo ser tan bueno porque…; en fin, que me vuelvo a mi pequeña alma mater[9]. Me has pillado aquí de milagro. Tengo cerrado el billete para pasado mañana. Pero hablemos de ti: ¿qué tal te va en la Fábrica B[10]?
-          ¡Uf!, no me hagas entrar en materia, que estoy de vacaciones. Mejor te cuento sobre mi viaje y, si tienes tiempo, me guías en una visita rápida por Ginebra. Tengo entendido que es una ciudad fascinante.
-          Está muy bien -convino el profesor-, pero son casi las doce y aquí se come temprano. Demos un paseo por el parque y tomemos algo en un bistrot[11] que hay muy cerca. Luego pasearemos por la Ciudad Vieja. Mañana, si quieres, puedo acompañarte al CERN.
-          ¿No acabo de decirte que estoy de vacaciones?, protestó Lucy. Además, creo que la visita no te traería muy buenas sensaciones, en el último día de tu estancia suiza.
-          En eso tienes razón. Mejor hacer una travesía en barco hasta Évian. Te encantará.



***

     No es cosa de importunar a la pareja, siguiéndolos como carabinas. Si acaso, sorprendamos este fragmento de conversación a las 17:50 horas cuando, cansados de pasear, están tomando un refrigerio en el salón de té de la Isla Rousseau. Lucy, en clara descubierta sentimental, está diciendo a Ernesto:
-          Eres un magnífico guía y un conversador estupendo. Y, en lo que a mí respecta, como buena californiana, me interesa más la herencia española que la centroeuropea. ¿Te importaría que te acompañase hasta esa ciudad tuya de nombre tan etílico? Desde allí, podría conocer toda Castilla y dirigirme luego a Sevilla, Granada y todo eso.
-          Mujer, por mí encantado, pero yo voy a ir lo más directo posible y, aún así, serán dos trasbordos y casi once horas hasta Madrid. Sería una pena que te perdieras París.
-          ¡Pero si ya he estado allí! De Nueva York viajé a Londres y, luego, a Bruselas y París. ¿Qué creías, que iba a venir a saludarte sin hacerlo antes con la Mona Lisa?
     Ernesto sonrió, aliviado.
-          Siendo así -dijo-, podemos intentar adquirir un billete. Cogeremos un taxi hasta la estación de ferrocarril.
-          ¿No crees que sería más rápido por Internet? Yo tengo aquí mi móvil y dinero suficiente en la cuenta. Permíteme.
     Apenas dos minutos más tarde -a las 17:53, exactamente-, todo estaba solucionado. Lucy viajaría en el mismo tren, aunque en vagón distinto. Ya metida en gestiones, la joven se animó:
-          ¿Qué hotel me recomiendas en Valdovino? Voy a hacer la reserva.
-          Chica, ¿qué prisa hay? Mejor llegamos allá y escoges el que más te agrade, dentro de tus posibles.
-          Alguno que quede cerca de tu casa sería lo mejor.
-          Por eso no te preocupes. Valdovino es una ciudad mediana y, si hubiese algún problema, puedes quedarte en mi domicilio. Tengo un dormitorio de más.
     Lucy hizo un vago gesto de aceptación y guardó el móvil. Hubo unos momentos de silencio y ella bostezó ostensiblemente:
-          Empiezo a estar cansada. ¿Te importaría que me retirara al hotel? Mañana el día promete ser también muy… apasionante.
-          En efecto. Te acompaño. ¿En qué hotel te alojas?
-          En el Cornavin, al lado de la estación. ¡También ha sido casualidad!, ¿no crees?
-          Y tanto -convino Ernesto, aunque con otro sentido-. Allí se alojaba el profesor más popular del mundo en los años cincuenta. Fue el primero en llegar a la Luna. Seguro que has oído hablar de él. Se llamaba Silvestre Tornasol[12].
     La perplejidad de Lucy y la carcajada de Herrada fueron casi simultáneas. Dicen que los chistes pierden la gracia, si hay que explicarlos. Con todo, Ernesto se sintió obligado a hacerlo y, como era de esperar, su amiga no se rio. Antes bien, pronunció unas palabras un tanto sibilinas:
-          Tendré que ponerme al tanto de muchas cosas. Espero que me ayudes.
     De donde coligió el profesor que los diez o quince años que -a ojo de buen cubero- la llevaba eran un salto generacional que, en efecto, iba a precisar de mucha energía por su parte para pasar cuando menos, del estado fundamental, a un primer estado de excitación[13].




2.      La misión

     Si les cuento lo poco que sé, no les va a extrañar nada que Lucy tuviera que ponerse al día de muchas cosas. Lo raro es que pareciera tan bien ambientada a orillas del lago Leman. Les informaré, según las escuetas referencias escritas que me legó Ernesto, tal y como mi corto y poco preparado magín pudo entenderlas.

PARA SER ABIERTO DESPUÉS DE MI MUERTE

      La que sigue es un escueto y superficial informe de cuanto me expuso Lucy Platt acerca de los motivos y circunstancias que determinaron su viaje a la Tierra, así como de que buscara expresamente encontrarse conmigo, Ernesto Herrada Bariego, y hacerme entrega de una parte de los documentos relativos a la historia y civilización de su Mundo.
     En un lugar del Universo -ignoro si del nuestro o de otro paralelo-, formado por antimateria, se ha desarrollado una vida similar a la de la Tierra, si bien la especie equivalente a la humana ha desarrollado tales características evolutivas, que han desembocado en cualidades de sociabilidad y progreso científico muy superiores a las nuestras. Con todo, la menor estabilidad de la antimateria ha dado lugar a una alarmante e irremediable disminución de las expectativas y duración de las formas de vida, que ocasionará su total colapso en un futuro inmediato.
    Antes de que se produzca su desaparición, esta civilización solidaria y avanzada ha tomado la resolución de transmitir sus conocimientos y su misma historia a los seres vivos más cercanos a ellos, formados por materia, a fin de evitar que se pierda su memoria. Esos seres vivos matéricos hemos resultado ser los del planeta Tierra, que ya venimos siendo observados por dicha civilización relativamente cercana, consciente de nuestras graves limitaciones y dificultades, para las que su experiencia y sabiduría pueden servir de remedio o paliativo.
     Con arreglo a este objetivo, las Autoridades generales de aquel planeta acordaron el programa siguiente, de tres normas:
     1ª. Mandar a la Tierra a varios representantes de su Mundo, cada uno de ellos con una parte del expediente histórico-científico. Para evitar consecuencias indeseables, se borrará de la memoria de cada uno de los enviados cualquier conocimiento de las partes de los demás, así como de los detalles de su viaje hasta la Tierra.
     2ª. Contactar con sendas personas determinadas de la Tierra, juzgadas por las Autoridades dignas de crédito y de apoyo, a tenor de los conocimientos poseídos en su Mundo, para entregarles cada una de las partes del expediente, con el compromiso de que luego se unirán para compartir globalmente todo el conocimiento.
     3ª. Comoquiera que el conocimiento de sus contactos en la Tierra está hecho desde la distancia y puede contener errores, cada visitante les pondrá una prueba definitiva para constatar si son plenamente de fiar. Dicha prueba será fijada libremente por el emisario, quien decidirá el plan a seguir, si la comprobación resultase negativa. …
      Dejemos aquí, por ahora, el documento, pues espero que lo leído, no solo les haya dejado asombrados, sino principalmente les haya convencido de que Lucy tenía sobradas razones para desconocer la existencia del Profesor Tornasol, y hasta de las aventuras de Tintín[14]. E imaginemos a Ernesto llegando, cansado e intranquilo, a la estación de Valdovino, con sus tres maletas y una encantadora acompañante. La verdad, de haberlo sabido, habría salido a recibirlos, pero el profesor dimisionario del CERN a nadie avisó de su llegada, hasta que estuvo instalado en su antigua vivienda de la Costana de San Blas. Como sin duda habrán vaticinado, Lucy pasó a ocupar el dormitorio principal, con vistas a la calle -otrora usado por doña Carmen, la madre de Ernesto-, con su suntuoso mobiliario de nogal y el juego de tocador de plata sobre la cómoda, presidido todo por el solemne retrato de don Ernesto padre y doña Carmen en el día de su boda. Ernesto pasó a ocupar la alcoba de mozo, como irónicamente decía su madre, echándole tácitamente en cara su prolongada soltería.
     He oído que, cuando el ahora amo de la casa avanzaba por el pasillo dando tropezones con las maletas, iba haciendo oídos sordos a las protestas de Lucy, que le reclamaba buscar un hotel o, cuando menos, cambiar su suntuosa cámara por la lóbrega habitación que Ernesto se había destinado.
-          Pero, profesor -protestaba Lucy-, yo solo soy una humilde becaria.
-          Ya te lo tomaré en cuenta, replicaba el Profesor, que nunca había hallado la casa tan luminosa a la hora del anochecer. Te encargarás de barrer y preparar el desayuno, agregó entre risas.
-          No puede ser, rezongaba la joven. Estoy segurísima de que lo mejor es que me vaya a un hotel. Creo que he visto una pensión ahí al lado.
     Pero Ernesto no solía ceder cuando estaba seguro de acertar. Todo lo más, transigía. Una de las primeras cosas que hizo al día siguiente fue llegarse al hotel más cercano y pedir una tarjeta impresa con sus datos.
-          Toma -dijo con displicencia, al entregársela a Lucy-. Si estás a disgusto con la habitación o conmigo, ya sabes adonde ir.
     La muchacha la cogió y bajó la cabeza, sin saber qué contestar. Eso sí: se prometió que, cualesquiera que fueren las circunstancias, nunca más volvería a herir a su paladín.

***

      Aunque tenía a gala ser uno de los mejores amigos del Profesor, este no estuvo muy presto para presentarme a Lucy. Finalmente quedamos en la cafetería del hotel Solipark, ya saben, el que está junto al Campo de Marte, nuestro espectacular parque de Valdovino. Para entonces, los resquemores por la poco airosa despedida del CERN habían sido olvidados. Erny -como ya solo lo llamábamos su hermana y yo- había logrado de Don Lindo que le nombrase profesor ayudante, hasta tanto le restituyeran a su puesto anterior de Adjunto, a comienzos del siguiente curso. Como decía Ernesto, lo justo para no aburrirse y tener para café.
-          Ya sabes, Erny, que mis ahorros están a tu disposición. Cuando vengan las vacas gordas, me lo devuelves y en paz.
-          ¿Las vacas gordas?, inquirió la dulce Lucy, haciéndonos reír a coro.
     Una vez le aclaramos la cita bíblica, la Señorita Platt, muy en sus puntos, me dijo:
-          El profesor Herrada sabe que también cuenta con mis ingresos de técnica de laboratorio. Lindo, digo, el catedrático Galindo ha tenido a bien contratarme temporalmente para echar una mano con los aparatos.
    Ernesto apostilló, con desagrado:
-          Siempre le han gustado mucho las faldas; sobre todo, ahora, que Alicia parece haber caído en desgracia con él.
-          ¡Hombre!, ahora que la mientas, ¿qué es de Alicia?, pregunté con tanto interés como mala intención.
-          Ya sabes cómo las gasta -me contestó Erny-. Tan pronto me vio por el Departamento, me espetó que el tiempo de excedencia no contaba para la prioridad entre los Adjuntos.
     Yo no quitaba la vista, de reojo, de la cara de Lucy, pero no mostró emoción ninguna mientras su anfitrión hablaba de su antigua novia.
-          Si quieres que eche un vistazo a la normativa sobre la materia…, ofrecí a mi amigo, por aquello de las preferencias entre profesores.
-          ¡Oh, no!, gracias -repuso-. Después del batacazo en Ginebra, lo que menos me conviene es enfrentarme con los compañeros.
     La conversación no dio mucho más de sí. Para mí que todavía en aquellos momentos, Ernesto no era consciente de estar al lado de una alienígena. Ella, por su parte, al despedirnos, tras dar un paseo, en la Plaza del Poeta, contestó a mi pregunta:
-          Claro que nos veremos más. Espero quedarme en Valdovino hasta que acabe el curso. Como ahora tengo una ocupación…
     Cierto: una ocupación. La pregunta podría haber sido cuál. Algo que Ernesto empezó a desentrañar, poquito a poco, de la manera que sabrán ustedes, si prosiguen la lectura de mi relato.



3.      Una caja mágica y una mujer enigmática
      
     El buen presagio de Lucy no se cumplió. Aparte de algún hola y adiós, no volvimos a coincidir. ¿Saben lo que más lamento, ahora que sé bastante sobre ella? No tener una foto juntos. De hecho, alguna dificultad debía de poner la chica a ser retratada pues, cuando acompañé a la hermana de Erny a recoger y ordenar sus cosas, no encontramos más que la divertida foto de Lucy con disfraz de Graviton Girl, tan apropiado para ella. Como quería conservar un recuerdo, pasé la foto a mi buen amigo Guillermo, delineante de profesión y pintor vocacional. El resultado -incluso lo que el dibujante puso de su cosecha- lo tienen a la vista[15].


     De lo que dejo dicho, se infiere que, en lo sucesivo, hube de conformarme con la información que me fue dando Ernesto, antes y después de la desaparición de su amiga. Por mi parte, me he limitado a ordenar los datos y los recuerdos, para que la evocación resulte más comprensible.
     Según eso, creo que la primera conciencia que tuvo Erny de lo excepcional de su huésped fue inspirada por la visión de una sorprendente caja, de dimensiones 20x12x6 centímetros, al lado de los perfumeros de cristal de roca y plata de su difunta madre. Yo no conocí tal recipiente pero a Ernesto le resultó tan bello y original que, al verlo, no pudo menos de ponderarlo, dando por supuesto que sería un estuche de maquillaje o algo por el estilo. Lucy, al punto, lo desengañó:
-          ¡Que va! Es un decelerador magnético de antigravitones portátil. Lo he traído de mi país por si me aburro y decido entretenerme cazando vuestras partículas gravitacionales.
     Supongo que Ernesto se quedaría tutulato, pero el hecho es que, en solo doce segundos, acertó a pronunciar dos palabras de forma inteligible:
-          ¿De California?
-          No hombre, de mucho más lejos. Un día te contaré pero, entre tanto, si quieres reingresar en el CERN, o darles en las narices a quienes te aconsejaron la marcha, no tienes más que pedirme la clave, que es esta llavecita de antimateria superconductora. El resto es cosa fácil: ya sabes, aceleras a tope los antigravitones y ellos se encargarán de cazar como locos los gravitones que tenéis por aquí. ¡Menudos chispazos multicolores se iban a organizar!
     Ernesto -como su homónimo de Óscar Wilde[16]- era honrado a carta cabal, incluso en las cosas de su profesión. Cortó en seco la broma juguetona de Lucy, con esta sentencia, digna de Séneca:
-          Jamás cubriría mi desnudez tecnológica con las hermosas plumas de tu ciencia.
     La pobre señorita Platt no hacía más que mirarse el jersey, por si se le había pegado algún plumón de las conspicuas palomas valdeovinenses. Se ve que tampoco Esopo había llegado a su remoto planeta antimatérico[17].
     Es posible que Lucy hubiese sido escogida de las Autoridades de su Mundo por su astucia o por la experiencia con el sexo opuesto. El hecho es que, pese a la redonda grandilocuencia de Erny, mantuvo la cajita a la vista -salvo el día de trabajo semanal de la asistenta- y hasta, en varias ocasiones, descansó la llave cerca de la cerradura. Fue en vano la tentación pues mi amigo no cayó en ella, ni se dignó hacer a su Eva particular mención alguna de su aparente descuido. Más tarde, cuando ella ya no estaba con nosotros, Ernesto dejó volar su aquilina inteligencia y me comentó:
-          Es muy probable que Lucy y yo estuviéramos jugando con armas parecidas, que acabaron por quitar todo valor a aquella prueba. Yo, con la sospecha de que la caja no contuviese lo que ella, con tanta facilidad y gracejo, me había confesado. Y Lucy, por dudar si mi inactividad era fruto de honestidad intelectual o del poco deseo que tenía de volver a Ginebra, sobre todo, mientras estuviera con ella.
-          Así que, de alguna forma, los dos acertabais: Tú estabas en la gloria en la Costana de San Blas y ella guardaba en el cofre algo muy diferente a un puñado de antigravitones.
-          En efecto, muy otra cosa, pero mucho más valiosa para la Humanidad -concluyó-.



***

     No era el juego de la cajita el único al que jugaba nuestra pareja protagonista. Si en la Universidad no respiraban un ambiente grato, entre las impertinencias de Alicia y los rijosos requiebros de Don Lindo, en la vida casera y ciudadana Lucy estaba encantada. Poco a poco, la invitada se había convertido en la reina de la casa, el ama auténtica, que disfrutaba con las pequeñas cosas y parecía empeñada en servir a Ernesto con la mayor dedicación. Tampoco le hacía ascos al ambiente de nuestra ciudad, que tan pequeña y provinciana nos parecía, pero a la que Lucy sacaba todo el jugo posible; y, cuando la monotonía corría el riesgo de instalarse, siempre tenía la iniciativa o una sugerencia que movía a Ernesto camino del pueblo cercano con encanto, la sala de conciertos o el pinar de tortilla y frisbee[18]. En resumen, apuraba la vida a fondo y, de paso, se la hacía vivir con igual fruición a Erny, poco acostumbrado a la compañía grata de una mujer, en lo que yo alcancé a saber de él. Y eso que la joven tenía algunas cosas que a mi amigo le generaban confusión. Algunas de ellas me las contó tomando un café en el consabido hotel Solipark, que a ambos nos hacía revivir la nostalgia por Lucy ausente.
-          Sabes -empezó por decirme- que no soy fan de los Beatles, ni de esas tonterías astronómicas que han empezado a hacerse con sus canciones, como lo de poner el nombre de Lucy a una estrella[19]. Pues mejor habría hecho en callarme porque, para mi sorpresa, me reveló que a ella le habían puesto su nombre por el de la canción de los melenudos de Liverpool. Más adelante, cuando yo ya sabía su procedencia, me recordó que la NASA, o no sé quién demonios, había lanzado al espacio las notas de esta canción como pulsaciones de radiofrecuencia, a ver si obtenían alguna contestación de vida inteligente a la escucha.
-          Pues ¡vaya canción que escogieron! No sé la música, pero lo que es la letra es un galimatías ininteligible, como no estés colgado del LSD[20].
-          Y tanto, me apoyó. Como que me vi negro para explicársela a Lucy, para quien la melodía era algo muy familiar, toda vez que en su Mundo había sido captada y ampliamente difundida.
     Otra manía de Lucy era la de ver en cuanto podía el vídeo de Centauros del desierto[21]. Una y otra vez -según Erny- salía de su proyección privada con los ojos enrojecidos y una sonrisa beatífica. Tantas veces se lo preguntó mi amigo, cuantas ella suspiraba y, como mucho, contestaba: Es tan emocionante… También en este caso hubo de esperar a que la chica le hubiera reconocido su procedencia del más allá. Esta fue, más o menos, su explicación:
-          Cuando nos seleccionaron para venir a la Tierra, nos pusieron esta película para que sacásemos la moraleja de que la amistad personal o el amor eran imposibles en vuestro planeta con gentes, no ya de mundos lejanos, sino incluso de razas o nacionalidades diversas. Tened cuidado -nos dijeron-, que así es como tratan los terrícolas a quienes sienten distintos o consideran inferiores. Pero ahora que te he…, que os he conocido creo que la verdad no está en John Wayne arrancando la cabellera del jefe comanche Cicatriz, sino cuando toma en sus brazos a la chica medio india y, con todo cariño, la introduce en la casa.
-          Pero la deja allí y él se marcha… -replicaba Ernesto-.
-          ¡Claro! -bromeaba Lucy-. Tenía que ir a Suiza en busca de los gravitones… Pero volverá, seguro.
     Con todo, la reacción que más sorprendía, y afligía, a Erny era la que tenía Lucy cuando mi amigo, sin ninguna libídine, se aproximaba mucho a ella, o la tocaba o rozaba, aunque fuese por inadvertencia. La moza, con rapidez, aunque sin brusquedad, se apartaba, como si rehuyera cualquier contacto con él. Claro que otro tanto sucedía -lo había percibido- con cualquier otra persona, mujeres incluidas. De todos modos, Erny no tenía mucha confianza en su atractivo y acabó por imaginar que tal vez Lucy, aunque de formas muy cariñosas, quisiera mantener las distancias por algo que la desagradase de él; y, claro, lo primero en que pensó fue en la aparente diferencia de edad. La de mi amigo recuerdo que era de treinta y seis años. Como quien no quiere la cosa, le preguntó:
-          Lucy, ¿cuántos años tienes?
     La joven se quedó sin respuesta. Eso del tiempo era una cuestión peliaguda para compartirla con un terráqueo. Para no quedar mal, le contestó a la gallega:
-          ¿Cuántos piensas tú que tengo?
-          Pues, no sé. Aunque yo diría que eres más joven, por tu condición de posgraduada de Stanford andarás por los veintidós o veintitrés.
-          Acertaste, darling -aprovecho el anglicismo para recoger que Lucy se defendía ya en español estupendamente-: tengo veintitrés.
-          ¡Uf! -se lamentó Erny-, trece menos que yo.
     Miss Platt captó inmediatamente el sentido de aquel interrogatorio:
-          No me digas que valoras el tiempo en términos absolutos, bromeó. Eres tan joven como pueda serlo yo.
     Ernesto agradeció lo que consideraba un cumplido. Solo más tarde, cuando estuviese al tanto de la composición antimatérica de la chica, entendería que la comparación era exacta: los habitantes de su planeta tenían una vida media de poco más de cincuenta años. ¡Cosas de la menor estabilidad de la antimateria!



4.      Encuentros en fase X


     Absoluto o relativo, el tiempo pasaba y el programa que había traído a los Visitantes a la Tierra tocaba a su fin. Es muy probable que Lucy fuera de las más retrasadas entre sus colegas y no les creo a ustedes tan torpes como para explicarles el porqué de su demora. El caso es que le faltaba por ejecutar el punto tercero de su mandado, a saber, probar a Ernesto, para saber si era merecedor de recibir su parte del legado cósmico. Lo había intentado con algo demasiado facilillo -lo de la caja mágica-, pero precisaba superar una cosa mucho más difícil, para asegurarse de que era un hombre de fiar. Por haber sido tan remolona, ahora tendría que quemar etapas: decirle quién era y de dónde venía y, además, probar las cualidades positivas de Ernesto. Por su vida juntos, comprendía que la prueba tendría poco valor predictivo, si se centraba en virtudes como la prudencia, la fidelidad o la honestidad intelectual. En cambio, había cosas como el valor personal y la entrega afectiva en que el hombre le parecía bastante menos de fiar. Se aplicaría, pues, en estos puntos. Y, bien mirado, la cosa era tan difícil que lo menos que podía hacer era ayudarlo un poco; vamos, asumir ella también su parte de riesgo y de cariño. Sería una comprobación en pareja. Después de todo, nada habían precisado las Autoridades a este respecto.
-          Bueno -matizaba Erny, tomando un sorbo de su café-, eso es lo que yo colijo de la conducta de Lucy y de mis propias virtudes y defectos. Ya sabes que hago todo lo posible por conocerme bien.
-          De sobra lo sé -respondí con sorna-. Por el contrario, creo que te equivocas con ella. Más que ponértelo difícil, lo que creo que pretendía es que los dos lo pasaseis muy bien. Vamos, que sacaseis los atrasos de seis meses a verlas venir.
-          Eres imposible, Fede… Aunque, bien mirado -suspiró- ya me gustaría creer que logré que se enamorara de mí, como yo de ella.
-          ¿Y por qué no? ¿No sostenéis los físicos que las leyes de la naturaleza son comunes a todo el Universo?
     Me miró dubitativo. Verdaderamente, nada hay más atrevido que la ignorancia.

***

     A partir de aquí, el relato puede perder viveza, tanto por la circunspección de mi amigo, como por mi dificultad insuperable para entender las sutilezas científicas que lo saltean. Lo que sí nos quedó claro a los dos es que Lucy le contó a Ernesto muchas medias verdades, para hacerle la decisión más sencilla y comprensible. Pero dejaré las valoraciones y pasaré a exponer los hechos.
     Aquella tarde la joven invitó a Ernesto a que se sentara con ella en el salón de la casa y allí, en la penumbra que iba haciéndose noche, le confesó que era una extraterrestre, aunque con unas condiciones vitales idénticas a las suyas, que lo había escogido para consumar el propósito con el que había venido a la Tierra, es decir, engendrar una criatura de ambos mundos; hecho lo cual, habría de regresar inmediatamente a su planeta, por el mismo agujero de gusano gravitatorio[22]. Por supuesto, Lucy hubo de hacerle tales y tantas aclaraciones, que Ernesto se convenció de que había bastante de verdad en su narración. De no haerlo visto convencido, la inteligentísima y suspicaz joven no habría aceptado lo que pasó después.
     Si yo hubiese sido Erny, no tengo duda de que habría estado encantado de probar cómo era el amor con una supuesta extraterrestre. Pero faltaba todavía el punto peliagudo de la cuestión, que Lucy no se recató de ponderar:
-          No hace falta que te diga -advirtió- que no hay precedentes de esta relación; de modo que no estamos exentos de que se produzca cualquier consecuencia desgraciada, cuando se mezclen ambas materias.
     Ernesto padecía una mezcla de tristeza y de temor. Tristeza, por la inmediata partida de Lucy, que ella le manifestó era impostergable. Y temor porque, aunque no se hubiera hablado aún de antimateria, le vinieron a la cabeza las espectaculares colisiones de partículas en el sincrotrón y, claro, aunque la velocidad ahora fuese mínima, la cantidad de masa en contacto anunciaba unos fuegos artificiales que podrían dejar tamaño al asteroide que acabó con los dinosaurios. Pero, ¿qué es la vida y que significa el riesgo de una colisión cósmica, al lado de una muchacha maravillosa en una noche de luna llena? En fin, yo me desbordo, pero Erny, a lo Julio César[23] solo decía:
-          Acepté, por deseo, con amor.
     Y, desde luego, no pasó nada. Era obvio que, entre materia y antimateria no hay posibilidades genésicas:
-          Además -completaba Ernesto-, creo que aquellas criaturas son de ARN. Ya sabes, muy eficaz, pero mucho menos estable[24].
-          Ya, convine rutinariamente. ¿Y cómo evitasteis la catástrofe cósmica?
-          No siempre que materia y antimateria coinciden, se producen colisiones y aniquilaciones. Hace falta, ¿cómo te diría para que lo entendieses?, una coincidencia de fase o una alta energía cinética. Además, estaba su piel, de material aislante de calidad 1ª, para evitar el contacto con la materia.
-          ¡Acabáramos! La chica venía blindada… Pero, según eso, ¿cómo resultaría en realidad ella por dentro?¡ A ver si era un callo!
     Erny sonrió y cerró los ojos, como queriendo recuperar la imagen de Lucy en la pantalla de sus párpados:
-          No puedo responderte, dijo. Parece que la apariencia de esos seres antimatéricos es levemente diferente a la nuestra. Ella me dijo que habían moldeado su membrana externa al gusto de nuestro mundo, evitando así toda repulsión; pero, ¿quieres que te diga una cosa? Después de conocerla como llegué a lograrlo, de cualquier forma que fuese me habría resultado hermosa.


***
     La despedida de Lucy fue muy particular. Es posible que tuviese pensado desaparecer de la vida de Erny tan pronto se practicó la prueba que lo consagraba como digno receptor del mensaje de otros mundos: era lo lógico, contando con la demora que llevaban sus asuntos. No obstante, todavía permaneció en Valdovino unos días, que debieron de resultar maravillosos, a juzgar por lo concienzudos que eran ambos en materia probatoria y de la eficacia acreditada de aquel protector-aislante de calidad 1ª. Lo cierto es que mi amigo mantenía al respecto una sonrisa enigmática y un silencio muy revelador. En cualquier caso, me consta que la prórroga de su estancia fue muy breve y que el final resultó tan peculiar, como lo había sido su aparición en aquel parque de Ginebra. Ernesto lo contaba así, poniéndolo en boca de Lucy:
-          Un día, muy pronto, no me verás. Me iré sin aviso y sin despedida. Sabes que, por mí, me quedaría mucho más tiempo, pero me es obligado partir de la Tierra, con los demás extraterrestres, compañeros de programa. No te deprimas, ni se te ocurra buscarme en vano. Vive con nuestros recuerdos y cumple mi encargo. Para facilitarte una y otra cosa, te dejaré una carta.
-          ¿Una carta? -interrumpí la narración de mi amigo- ¿Me dejarías leerla?
-          Aunque empleó materiales de aquí, se autodestruyó al cabo de una semana. No me había advertido de ello, por lo que ni siquiera saqué copia. Dependo, pues, de la memoria.
     A tenor de esa subjetiva fuente, me consta que, finalmente, Lucy le reveló a Erny toda su verdad, salvo en un punto, si he de creer a mi amigo y sus pálpitos. Según él, una de las características de los agujeros de gusano es la de su corta duración y, sobre todo, la de permitir el paso de materia o de antimateria en un solo sentido. Vamos, que solo admiten viajeros con billete de ida. Yo alucinaba:
-          ¿Pero no dices que nadie ha detectado nunca uno de esos agujeros?
-          Así es, respondía.
-          ¿Y que las propiedades que se les atribuye son hipotéticas?
-          Cierto.
-          ¿No sigues enamorado de Lucy, entre otras cosas, porque fue revelándose según estabas en condiciones de asumir su verdad?
-          Sin duda.
-          Entonces, masoquista de amplio espectro, ¿por qué te empeñas en imaginarla perdida en algún lugar de este mundo, en vez de creer que vive feliz en el suyo y, desde allí, te mira con dulzura y te tira besos?
     Erny era incorregible. Incorregible y desagradable, cuando se lo proponía:
-          Estoy convencido de que la autodestrucción de su carta fue el símbolo de su propia destrucción, aunque no sé cómo ni dónde se produjo. Y acerca de eso de mirar desde lo alto y echar besitos, yo creía que eras abogado, no pintor barroco.
     Le habría contestado de no buenos modos; así que bajé la cabeza. Después de todo, yo también estaba convencido de que no era probable que Lucy hubiera sobrevivido. Sin embargo, Erny y yo manteníamos un hilo de esperanza: el que nos brindaba el ordenador de mi amigo, cuya última consulta de la joven, antes de partir, había sido para la letra en inglés de Lucy in the sky with diamonds[25]. Será cosa de sintonizar la radiofrecuencia de su planeta, no sea que nos dedique su homónima canción.



5.      Aquel maldito cofre


     Uno de los encargos de Lucy en su última carta fue el de que Erny abriese la caja que dejaba sobre la cómoda, junto a la llave y a los trebejos de tocador de su madre, hecho lo cual, debería obrar, en beneficio de la Humanidad, de la forma que mejor le pareciera. Al proceder en la intimidad a su apertura, mi amigo comprobó que el adelanto inicial de Lucy había sido una broma o una añagaza. El cofre no contenía -que se sepa- antigravitones, ni mecanismos para retenerlos, sino dos pliegos de papel: En uno, de cuatro folios escritos por las dos caras, se recogían las ecuaciones teóricas y los planos técnicos para lograr -según rezaba el breve texto y me confirmó Ernesto- de manera inmediata la fusión nuclear precisa para obtener energía de forma ilimitada y limpia. El otro folleto contenía, en diez folios asimismo aprovechados a doble página, una parte de la historia general del planeta de Lucy.
     Erny me llamó a su casa, a la semana de haber tenido en sus manos y ante sus ojos el fantástico legado de Lucy. Me hizo un esbozo del texto tecnológico -que con toda razón daba por sentado que me sería ininteligible- y, acto seguido, me entregó el documento de historia, a fin de que le diese mi valoración del mismo, in situ y de manera rápida.
-          Está escrito en inglés, rezongué. Voy a necesitar un diccionario y un cierto nivel de reflexión.
-          Tenemos todo el día -replicó-. He comprado tortilla de patata y unas pizzas precocinadas.
     Me puse a ello y, para mi asombro, hallé una reproducción casi exacta de la Edad Media europea, invasiones y feudalismo incluidos. Había, empero, una pequeña diferencia cronológica. Según la escala del tiempo, que nuestros corresponsales se habían molestado en trasponer al nuestro, su Edad Media había sido simultánea de nuestro Neolítico, ya que comprendía los años 7.000 a 6.700 antes de Cristo. La crónica concluía en esta última fecha cuando, superadas desavenencias y contrariedades, los ciudadanos del Estado de Naupáctor[26] iniciaban sus viajes marítimos para relacionarse con el resto de su planeta.
-          Amigo mío, concluí: Este episodio concluye donde empezarán las singladuras de sus Gamas y sus Colones; solo que les llevaban más de ocho milenios a los nuestros.
-          Así se explica su superioridad científica, apostilló Erny, si bien tengo que confesar sentirme un poco decepcionado en lo que a mi ramo se refiere.
-          ¿No te han enseñado nada nuevo sobre Física esos galimatías energéticos?
-          Hombre, nos dan blanco y migado lo que nos trae a vueltas en la Tierra desde hace unas cuantas décadas, pero el avance puede ser más práctico que teórico. Yo esperaba algo mucho más espectacular, como lograr energía por colisión de materia y antimateria, con la consiguiente transformación de la masa en energía.
-          Anda, anda -lo reñí-. Tú lo que quieres son fuegos artificiales a lo grande. Si dices que lo que nos han dejado es práctico y nos soluciona el problema de la contaminación y el cambio climático, ¿qué más quieres?
     Estaba realmente enfadado. Me levanté, hice un ademán de despedida y me perdí, pasillo adelante, rumbo a la salida. Todavía oí el vozarrón de Erny:
-          ¡Fede, ni una palabra!
     Cerré de un portazo y, no sé por qué, me vino a la cabeza si no habría habido en todo Valdovino alguien más digno que Ernesto de recibir la visita de una mocita de otro planeta…, como un servidor, sin ir más lejos.


***


     Llegó el verano y, aprovechando mi buena posición económica y mi libre condición de divorciado sin hijos, dejé las urgencias del bufete en manos de mi socio y decidí pasar un mes y medio en la Columbia Británica y el estado de Washington, que era uno de mis sueños desde chaval. Quiere decirse que Valdovino, Erny y hasta Lucy quedaron atrás, por más que cada contemplación del cielo estrellado me la trajera a la cabeza durante unos instantes. Luego, según volaba hacia Madrid, las piezas de mi rompecabezas vital iban encajando paulatinamente. Cuando llegué al aeropuerto de Barajas -o Adolfo Suárez, si ustedes quieren-, las cuestiones astrales ocupaban un diez por ciento de mis preocupaciones. En la estación de Valdovino, ese porcentaje había bajado hasta el tres, abrumado por el espanto de mi inmediato encuentro con los pleitos y los clientes.
     Y en esas estaba cuando, pocos días después, recibí un telefonazo de Erny. Me dijo que, por mor del legado de Lucy, se iba a dar una vuelta por la Universidad de Princeton y el MIT[27]. No aceptó preguntas. A la vuelta hablamos, que ahora tengo mucha prisa. No menos que yo, dije para mí. Luego, pasó un mes sin noticias suyas, hasta que por el Día de la Fiesta Nacional[28], recibí una nueva llamada, esta vez, para iniciar la temporada del chocolate con picatostes, inveterada costumbre heredada de doña Carmen, su madre.
     Nos instalamos, pues, en la sala, entre porcelana de Limoges y aroma de cacao, prestos a dar cuenta de la suculenta merienda. Se ve que tenía ganas de comunicarme las novedades pues, apenas pasó el gaznate el primer bizcocho, se le soltó la lengua. ¿Tema? El que ustedes, sin duda, están esperando.
     No le había sido fácil llevar a cabo las gestiones apetecidas. Llegar a las eminencias de la fusión nuclear era difícil; más aún, dar con sabios que fueran de fiar en lo tocante a poner las maravillas tecnológicas de los extraterrestres al servicio de la Humanidad, no de las corporaciones mercantiles. Al fin, logró que le concediese audiencia un profesor de Princeton, de iniciales M.W.[29] Muy modesto, tras escuchar a Ernesto y echar un vistazo al documento, se lo devolvió, más o menos, con estas palabras:
-          Veo, profesor Herrada, que se trata de un proyecto muy avanzado que, más que de estudio teórico, requiere de experiencia empresarial y de medios materiales. La persona indicada en este momento es D.K.[30], quien, como usted sin duda conoce, está en el MIT, al frente de un programa que ni pintado para lo que sugiere. Yo creo que es un hombre honesto, que le atenderá como usted merece. Le voy a dar una carta de presentación para él y prometo telefonearlo esta misma noche para anunciarle su visita.
     Así que, de los alrededores de Nueva York, el bueno de Erny hubo de trasladarse a los de Boston. La cosa mereció la pena. El profesor K. se quedó boquiabierto cuando comprobó la precisión y acierto de las fórmulas y planos que el español le mostraba. Intrigadísimo, preguntó:
-          ¿En qué Universidad o laboratorio están tan avanzados como para llegar a esto? Amigo mío, ni nosotros aquí en el MIT hemos llegado a tanto.
     Como es natural, lo último que se le habría ocurrido a Ernesto habría sido aludir al origen cósmico del trabajo. Así que balbuceó algo sobre el CERN ginebrino y acerca del deseo de algunos científicos filantrópicos de mantener en secreto su identidad. Su interlocutor comprendió y asintió. De forma muy educada, echó también el balón fuera:
-          Si hubiera venido por aquí el año pasado, habría llamado a la puerta correcta, pero ahora estamos en trámites muy avanzados para crear un proyecto internacional, llamado ITER[31], que instalará su planta en algún lugar de Francia.
-          Así que he venido desde España hasta aquí, cuando tenía la meta al lado de casa, como quien dice.
-          Comprendo su decepción, mi buen amigo; tanto más, cuanto que en este momento los trabajos están empezando y no sé a quién remitirlo. ¿Por qué no espera unos meses? Entre tanto, podría poner su artículo a disposición de los promotores del proyecto. Seguro que les resulta muy interesante y le ofrecen un buen puesto en la empresa.
     Erny estaba desesperado, pero no tanto como para entregarse en manos de a saber qué científicos o empresarios.
-          Voy a pensármelo, profesor K. Tal vez espere a que el ITER ese se ponga en marcha.
     Así dijo y recogió con gran diligencia los cuatro folios del documento y algunas notas y apuntes adyacentes, obra de K. o del propio Ernesto, mientras explicaban y estudiaban aquel. El profesor americano no puso objeción ninguna. Antes bien, en un rapto de sinceridad que le honra, despidió a Ernesto con las siguientes palabras proféticas:
-          Guarde bien sus papeles, apreciado colega, aunque no crea que contienen muchas novedades sobre los resultados a los que nuestros predecesores llegaron hace décadas. El problema no son los cálculos, ni el dinero necesario, sino lo poderosos, que son quienes vienen obstaculizando y dando largas a todos los proyectos en la materia, que tan necesarios son a la Humanidad[32].
-          Vamos -dedujo Erny-, para entendernos y hablar claro, el cártel internacional de los hidrocarburos.
     K. dio un respingo y miró en torno suyo, como si temiera ser espiado. Luego dijo en voz baja:
      -     Eso, profesor Herrada, lo ha dicho usted, no yo.
     Y ahí acabó el periplo americano de mi amigo. Mientras tanto, nos habíamos puesto morados de picatostes y chocolate. Ya saben el famoso refrán, los duelos con pan lo son menos. ¡Y no digamos con picatostes!

***

     Para los tristes sucesos que a continuación voy a exponerles, contaré con la inestimable cooperación como narrador del Inspector de Policía, don Doroteo Miñambres, que intervino activamente en la investigación criminal que se siguió. Le he pedido que me hiciera un resumen para incorporarlo al texto, sin perjuicio de añadir yo mis recuerdos personales. He aquí el contenido literal de las cuartillas que me envío don Doroteo:
     Lamentablemente, Don Federico, el tremendo asesinato de su amigo, profesor Ernesto Herrada Molpeceres, fue archivado provisionalmente con numerosos puntos oscuros y lagunas, aparte de la fundamental: no haber podido identificar ni detener a los autores de aquel crimen. Esperemos que pueda lograrse próximamente o, en todo caso, antes de que el crimen prescriba.
     Como usted sabe, sobre las 07:47 horas de día 15 de diciembre de 2017, la hermana del profesor Herrada, llamada Soledad, recibió una llamada desde el teléfono móvil de su hermano pidiendo auxilio, comunicación que se cortó a los doce segundos, sin concluir el mensaje ni dar detalles de la incidencia. Doña Soledad cometió el error de no ponerse en contacto inmediato con nosotros, sino confirmar por sí misma la autenticidad de la llamada, para lo cual, comoquiera que vivía también en Valdovino y que tenía un juego de llaves de la vivienda de su hermano en la Costana de San Blas, se personó en este último domicilio, pudiendo comprobar que no estaba en él su hermano y que había huellas bastante significativas de desorden en el piso. Fue entonces cuando -sobre las 08:30 horas del citado día- procedió a llamar a la centralita del 091[33], para denunciar la desaparición de su hermano en circunstancias muy sospechosas. Funcionarios de servicio de la Unidad de Policía Criminal se constituyeron en la vivienda de Don Ernesto Herrada, donde los aguardaba su hermana y el portero del inmueble, avisado por ella. Los expresados funcionarios constataron las evidencias -no muy llamativas- de desorden y rotura, tomaron las pertinentes huellas e interrogaron a los vecinos de la finca, que no dieron otro dato significativo que el estacionamiento en doble fila de un turismo Mazda, de color negro y matrícula CC (Cuerpo Consular) frente a la casa, unos diez minutos antes de la llamada de auxilio del señor Herrada.
     Durante los días siguientes se montó el oportuno operativo antisecuestro, con los matices derivados de que pudiera estar implicado algún Gobierno o agentes extranjeros, de lo que había varios ejemplos en otros países. Dicho operativo no tuvo éxito. Antes al contrario, el día 23 del citado mes de diciembre, se recibió una llamada en la Jefatura Superior de Policía, procedente del dueño de una nave industrial semi abandonada, sita en el Polígono de Las Fontecillas, cercano a Medina de la Campiña, comunicando que, haciendo una ronda por su propiedad -que hacía meses que no visitaba-, había hallado atado a una silla, cubierto de sangre y degollado, el cadáver de un hombre. Este resultó ser el de Don Ernesto Herrada, que llevaba fallecido entre tres y cuatro días. Previamente a la decapitación, el difunto había sufrido un duro proceso de torturas, como se acreditaba por las lesiones de todo tipo que presentaba en cabeza, torso y genitales, principalmente.
     El coche de matrícula consular y la decapitación fueron considerados por los policías encargados del caso como indicios racionales de intervención y causalidad islamista. Esta tesis -como bien sabe- experimentó una importante corroboración, al poner usted en nuestro conocimiento las gestiones del profesor Herrada en los Estados Unidos, que podrían haber perjudicado decisivamente los intereses de los países productores de petróleo y de los grupos fundamentalistas que se financian con su comercio. Solicitada la cooperación del FBI norteamericano, se pudo comprobar que el despacho del profesor D.K. en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge (cercanías de Boston), estaba intervenido por personas no determinadas, mediante la colocación de varios micrófonos oportunamente camuflados. Tampoco se pudo determinar la autoría de tal operación atentatoria de la intimidad, si bien la Policía americana admitió la alta probabilidad de que correspondiese a agentes de algún país árabe productor de petróleo.
     Advertido particularmente por usted de la importancia de encontrar dos folletos -uno sobre un tema físico y otro, sobre cuestiones históricas-, le reitero mi frustración al respecto, ya que, ni mis compañeros, ni yo mismo, pudimos hacernos con tales documentos.
     Es cuanto, en resumen y a su solicitud, puedo manifestarle, por ahora, sobre la defunción de su amigo, el señor Herrada. Espero haber cumplido con su petición, respetando la discreción o reserva que debo a mi cargo.
     Valdovino, a 7 de junio de 2018.
     Nada más añadiré de mi cosecha, como no sea el dolor y las reflexiones que me produjo el saber que Erny, no solo había sido asesinado en lo mejor de la edad, sino que su muerte había sido precedida de horribles torturas. Aunque hay individuos que no merecen el llamado favor de la duda[34], siempre he creído que sus asesinos lo hicieron sufrir hasta el extremo, no por perversidad, sino para que les revelase la procedencia de sus excelentes documentos sobre la fusión nuclear y su aplicación práctica a la producción de energía. Algo intuía ya el pobre Ernesto cuando, una de las últimas veces que nos vimos, me auguró:
-          ¡Anda que como, para salir de un apuro, se me ocurra decir que mis papeles vienen de otro mundo y me los legó una extraterrestre…!
-          Pues tendrás que confesarlo -repliqué-. Antes es tu seguridad que la protección del secreto de los habitantes de Naupáctor, o de dondequiera que vengan.
-          No quiero decir eso, Fede -concluyó-. Por decirlo, yo lo diré, pero el que lo escuche va a creer que le estoy tomando el pelo miserablemente.
     De modo que, ¿saben ustedes?, no hay quien me quite de la cabeza que Erny murió entre tormentos por creer sus ejecutores que les tomaba el pelo. Hasta puede que alguno de ellos, en su fuero interno, pensase: ¡Qué tío, qué valor tiene, cómo resiste la tortura!
     Si así fue, por lo menos le cupo el honor de morir, ante sus asesinos, como un héroe.





6.      Epílogo, adelantándose al tiempo


     Creo que fue Einstein quien sostuvo por vez primera que no puede alcanzarse mayor velocidad en el Universo que la que alcanza la luz en el vacío. Naturalmente, tal límite no cuenta para la imaginación. Y, a 14 de diciembre de 2018, yo he sido capaz de plantarme ochenta años más adelante, para redactar este epílogo. Gracias a ello, puedo darles cuenta de que, para tales calendas, el planeta de Lucy ha desaparecido o, cuando menos, ningún vestigio de vida queda en él para tararear aquello de the girl with kaleidoscope eyes[35], que siempre me ha recordado a Lucy, aunque los ojos de ella fueran pardos, casi negros. En cuanto a la Tierra, camina hacia una inexorable autodestrucción de la así llamada vida racional. Se ve que de nada sirvió la ayuda generosa de Lucy y los suyos: O bien los elegidos cayeron en las tentaciones de antaño, o bien les pasó a los pobres lo mismo que a mi amigo Ernesto. Lo cierto es que, en la Tierra no se canta a la Lucy de los Beatles, sino La vida sigue igual[36].
     ¿Verdad? ¿Mentira? Yo lo calificaría de futurible. Erny, si viviese, lo llamaría proposición indecidible[37]. ¿Y ustedes?


(Ilustración tomada de slicethelife.com, sin ánimo de lucro, agradeciendo el préstamo)
      



[1] Siglas por el nombre antiguo de la Organización Europea para la Investigación Nuclear, fundada en 1952, cuyas instalaciones centrales radican en las inmediaciones de Ginebra (Suiza). España forma parte de dicha Organización, aportando alrededor del 8,5% de su presupuesto. En la citada Organización trabajan unas 3.000 personas y cuenta con otros diez mil colaboradores en todo el mundo.
[2] Fabiola Gianotti (1960), física italiana, actualmente (2018) al frente del CERN, puesto que ocupa desde el 1 de enero de 2016.
[3] En breve, LHC, acelerador y colisionador de partículas, la joya de la corona del CERN.
[4] Observatorio de detección de ondas gravitatorias, con diversas instalaciones en los Estados Unidos. Dos de ellas (Hanford y Livingston) tuvieron el mérito y el honor de detectar por primera vez dichas ondas, el día 14 de septiembre de 2015, procedentes del llamado “evento GW 150914”, con toda probabilidad una colisión entre dos agujeros negros. Véase, Ligo Scientific Collaboration, Observación de ondas gravitacionales procedentes de la fusión de un sistema binario de agujeros negros, en ligo.org/sp/science.
[5] Alusión al CERN y a su famoso logotipo (véase ilustración en el texto), que remeda la silueta de un sincrotrón.
[6]  Conocida abreviatura para la velocidad de la luz en el vacío: casi 300.000 kilómetros por segundo.
[7]  SLAC National Accelerator Laboratory, “equivalente” estadounidense del CERN, radicado en Menlo Park (California), dirigido por la Universidad de Stanford.
[8] Jo Anne L. Hewett (1960), destacada física nuclear estadounidense.
[9] Expresión latina con la que se alude a la Universidad donde se ha formado un intelectual.
[10] Expresión alusiva a la producción de mesones y antimesones B, partículas artificiales, en cuyas colisiones se trata de determinar variaciones o rupturas de la paridad entre unos y otros, como forma de explicar el fenómeno análogo que se aprecia para la materia y antimateria existentes en el Universo de forma natural.
[11] Restaurante de comida, más bien rápida y/o barata. De todos modos, en esa zona de Ginebra no es fácil encontrar precios módicos.
[12] Originalmente, en francés, Silvestre Tournesol, personaje imaginario que, en tebeo aparecido hacia 1952, viajaba exitosamente a la Luna (y regresaba a la Tierra), gracias a una tecnología de su invención. Véase también nota 14.
[13] Alusiones a estados de energía de las partículas, para pasar de uno a otro de los cuales, se precisa ganar o perder cierta cantidad de energía. En general, para pasar del estado fundamental (o de menor energía posible) al primer estado de excitación, se precisa el salto de mayor aportación energética de todos.
[14] Excelente serie de tebeos del creador belga Hergé (Georges Prosper Remi, 1907-1983), cuyas aventuras fueron apareciendo entre 1929 y 1975. En dicha serie, el Profesor Tornasol es uno de los personajes más destacados.
[15] Graviton girl, by Charongoyle by jhansard, on Deviant Art.
[16] En La importancia de llamarse Ernesto (The importance of being earnest, 1895), Wilde jugaba con la homofonía inglesa de Ernest (Ernesto) y earnest (honesto, honrado).
[17]  Alusión a la fábula El grajo soberbio y el pavo real, más conocida por la versión latina de Fedro.
[18]  Anglicismo impuesto para referirse al disco o plato volador, juego popularizado a partir de 1950.
[19]  En concreto a la enana blanca BPM 37093, en la constelación de Centauro. Lo de Lucy se aclara acto seguido.
[20]  Sin ánimo de pontificar, es cierto que la letra de Lucy in the Sky with Diamonds (1967) ha sido considerada por algunos como una alucinación propiciada por el consumo de la droga LSD.
[21]  O The searchers, película dirigida por John Ford en 1956. A su argumento se alude en lo que sigue.
[22]  Singularidad del espacio-tiempo, que permite pasar de un universo a otro, o de un punto a otro del mismo, de manera casi instantánea. Aunque no se ha descubierto ninguno hasta ahora (2018), se da por casi segura su existencia, ligada generalmente a los agujeros negros. También se cree (cuando menos, desde Karl Schwarzschild -1873-1916-), que algunos podrían ser practicables para los humanos, si bien la opinión más generalizada es que solo podrían ser franqueados en una sola dirección (viaje de ida). En cambio, los agujeros de gusano magnéticos son ya conocidos y empleados en técnicas para Medicina: véase, por ejemplo, Jordi Prat, Carles Navau y Álvar Sánchez, Primer agujero de gusano magnético, en Scientific Reports, 28/08/2015.
[23]  Posible alusión del narrador a su famosa frase, tan escueta: veni, vidi, vici (llegué, vi, vencí).
[24]  Nuestra clave genética actual es el ADN, mucho más susceptible de estabilidad para formar largas cadenas de nucleótidos. Lo de la eficacia podría deberse a que el ARN puede pasar libremente del núcleo celular al citoplasma, evitándose así el complejo proceso de la transcripción.
[25] Véase nota 20.
[26] Vaya usted a saber el por qué de ese nombre. Lo cierto es que casi coincide con el terrestre Naupacto, o Lepanto, famoso, entre otras cosas, por las batallas navales allí libradas en 429 antes de Cristo y en 1571 de nuestra Era.
[27]  Massachusetts Institute of Technology, otro Centro docente e investigador puntero de los Estados Unidos.
[28]  Como es sabido de los españoles, el 12 de octubre.
[29]  Comprendo la reserva del profesor Herrada. De todas formas, puedo asegurarles que dicha eminencia de la fusión responde, en efecto, al acróstico M.W. Ítem más, su nombre es Michael y el apellido es muy común en el mundo anglosajón.
[30]  El susodicho señor D.K. tiene por nombre David, pero su apellido no es tan corriente como el del citado en la nota anterior. Para el MIT, véase la nota 27.
[31]  Siglas de International Thermonuclear Experimental Reactor, proyecto y nombre completamente reales.
[32] Así opinaba Stephen Hawking (1942-2018), en su libro póstumo, Breves respuestas a las grandes preguntas, 1ª edición española, edit. Crítica, Barcelona, 2018, p. 258.
[33] Número telefónico especial de la Policía española.
[34] Es decir, que las maldades o crímenes deben probarse por sí mismos, no en función de la personalidad de los sospechosos de perpetrarlos.
[35]  Fragmento de la letra de la canción Lucy in the sky with diamonds: Véase nota 20. La traducción puede ser, aproximadamente, la chica con ojos caleidoscópicos.
[36]  Aprovecho el título, aquí simbólico, de una famosa canción del compositor y vocalista, Julio José Iglesias de la Cueva (1943), aparecida en el año 1968.
[37]  Dícese de las proposiciones que, por una u otra razón, no se puede asegurar con total exactitud si son verdaderas o falsas. Estudiadas primero por grandes matemáticos (Gödel, Turing), han entrado decididamente en el campo de la Física (cuántica) de la mano de Toby Cubitt, David Pérez-García y Michael M. Wolf, Undecidability of the spectral gap, Nature 528: 207-211 (10 Dec 2015).